Necesité más de una cuerda para escapar del huequesito de tu pecho

 "Que patético es que todas mis canciones empiecen diciendo te echo de menos"

Colecciono paredes blancas
y techos comidos
en noches de insomnio,
almohadas que tosen
y dos o tres carraspeos de garganta.
En mi afán por romperme
acabé cultivando papas
regándolas
rogándoles
cada sábado de madrugada,
y mira que es difícil
que algo crezca
en la aridez de mis pupilas.
Dibujada al azar
una bailarina tocando el violín entre mis uñas,
que desgarran espaldas silenciosas
como el latir de una hoja
de camino a casa.
Un rugir de estomago
es una señal de alarma para echar a correr,
o para esconderse
debajo de una manta prestada.
Guardaré el eco de mis pasos
en una caja de madera
para no olvidarme nunca de ellos,
y poder oir sus gemidos
cuando me olvide de cuanto amo el turquesa,
o el marrón de un suelo de madera,
o el rojo de una tontería
de una risotada
de un traspiés.
(Me) corro
entre risas y lágrimas,
entre el recuerdo y el sudor,
un placentero cuchillo
que atraviesa mi calor
y esparce lo que queda de mi
por una habitación
por otra habitación
de paredes blancas.