viernes, 1 de agosto de 2014

Un cuarto para dos por favor.

La última vez que bajó las escaleras llevaba un carro de la compra con un edredón vivido, dos frías toallas y un tubo que primero albergó tela, luego espaldas y que acabó con arte en sus entrañas.
Poco a poco se fue vaciando esa habitación que se llenó de risas, lloros, gemidos,gritos, susurros ronquidos, y sobre todo de palabras de amor, y aunque le costase admitirlo echaría de menos esa habitación que contenía un poco de polvo de más, nunca tan perfecta como la primera vez que estuvo en ellas, cuando jugó con los ojos de un gato y temió a un payaso.
No era su habitación, pero como si lo fuese, su segunda habitación, la de los sábados por la noche y alguna tarde entre semana, la que le proporcionaba cantidad ingente de arrumacos, en la que lo habia tenido siempre tan cerca, cada vez más.
Pronto habrá otro que la sustituira, puede que más lejos, pero siempre estarán esas cuatro paredes que guardarán todos sus historias, las de los dos.

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