Una pena, no poder presumir de amores pasionales, de noviazgos adolescentes que se dejan llevar por el deseo. Podía hablar de cariño, de aprecio y de ternura, pero nunca podría pronunciar la palabra “amar” sin sentirse vacía. Quizás porque ella era demasiado individualista, demasiado egoísta. No concebía el hecho de cargar con alguien toda su vida, de no poder irse, desaparecer, cuando se le antojara porque había alguien esperándola. La incapacidad de amar, el precio de la libertad.
Ves? Te ha quedado mucho mejor ahora :)
ResponderEliminarY odio la palabra "individualista".