sábado, 26 de marzo de 2011

Su vida

Qué fácil es proclamarse actor, y que pocos son los que realmente aman actuar. Ella lo amaba, amaba el teatro con cada poro de su piel, era lo que realmente la llenaba de vida, lo que le hacía seguir hacia delante, quería perseguir ese sueño descalza y con los ojos vendados, poder vivir entre olas, llevándola de un lado a otro, hacia la deriva, sin ningún sitio a donde ir.

Era tal la pasión con la que amaba el teatro que las mariposas en el estómago eran capaz de aparecer los minutos antes de salir al escenario, su corazón se aceleraba, llegando a un ritmo realmente descabellado, como si el amor de su vida se le presentase delante. Y una vez fuera, con los focos deslumbrándote la cara, ya no es ella, es otra persona, un personaje, como si su alma se hubiese trasladado, dejando su cuerpo arriba, donde el público lo pudiese ver. Esa era la verdadera magia de actuar, el poder ser otra persona, la que quieras, durante un periodo de tiempo, y no tener vergüenza ya que no eres tú, eres otro. Tener la capacidad de amar a alguien, de llorar de rabia, de reír a carcajadas.

Quien nunca ha actuado no sabrá el significado que tiene ese aplauso final, cuando una vez terminado tu trabajo, la gente aplaude, y eso es lo realmente gratificante, saber que has emocionado a alguien, que has hecho reír, llorar, que alguien ha reflexionado… que tu trabajo, tus esfuerzos, y tus frustraciones al final han merecido la pena, solo por ese aplauso final.

Tenía claro lo que quería hacer en su vida, actuar, cantar, bailar, hacer música… Sentir a un público, sentir ese aplauso final durante el resto de su vida.

Muchos dicen ser actores, pocos aman actuar.

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