Echaba de menos sus calles, perderse entre ellas, hacerse entender , calles abarrotadas, llenas de gente que mira con curiosidad, otras que se abalanzan sobre ti con prisas, otros que intentan venderte algo con una sonrisa zalamera y un acento encantador. Echaba de menos ese olor exótico, a canela, a azafrán. El sabor amargo del té, el dulce de las delicias. El color de los pañuelos, de los puestos en el bazar. Descalzarse sobre una alfombra finamente decorada, mirar al techo y perderse entre las cúpulas con inscripciones árabes, escritas en dorado, que le hubiese gustado traducir. Las columnas erguidas, los teatros griegos, respirar historia. Los viajes de carretera, los miles de pueblos que le quedaban por visitar. Los paisajes imposibles, su mar, el frío. Lo echaba todo de menos, y porque no decirlo, también lo echaba de menos a él.
martes, 1 de febrero de 2011
Turquía
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