A veces me dan ganas de hacer el pino
con la fiebre en los labios y los pelos narcotizados,
las fosas nasales rollizas y...
¿por qué no? los pies fríos, gélidos tirando a desagradable.
Estoy completamente segura que el universo que habito cojea,
que cuando entro por la primera puerta
se me sube una bolita de aire explosivo a la sien
y soplo para controlarla.
¡Qué horriblemente mentirosa soy!
Nunca estoy completamente segura de nada,
ni de si vivo,
ni de si respiro,
si quiera de si realmente soy capaz de hacer el maldito pino.
Está berborrea de letras desordenadas, obtusas, enfermadas
sirven para calmar,
aclarar
y redondear mi cerebro hervido
por a saber que virus
que vive en mi enorme y voluptuoso cuerpo.
lunes, 18 de noviembre de 2013
Oda al catarro
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