Le encantaba su cabeza, ese interior que tenía, pensaba que si existiese la mínima oportunidad de aventurarse entre sus neuronas le atacarían miles de ideas, ideas extrañas, algo grotescas, muy curiosas , además de de frases de todo tipo y textos perdidos.
Él era tan atípico que ni siquiera el color de sus ojos se podía definir, pero que ojos tan bonitos y como miraban, que a veces parecía que se iba a comer el mundo.
Era un niño que jugaba a ser mayor, o un mayor que jugaba a ser niño, no importaba, porque siempre sabía que decir para hacerla feliz, y es que era tan extremadamente divertido que ella nunca paraba de reír.
Sentía que de alguna forma sabía quien era de verdad, y quería seguir sabiendo más.
A veces pensaba en la suerte que tenía estando a su lado, en lo bien que encajaban las cosas, en que desde hacía tiempo todas las noches se iba a dormir sonriendo.
viernes, 5 de abril de 2013
Una taza de té necesito
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