domingo, 23 de octubre de 2011


En las grandes ciudades no brillan las estrellas, las noches son oscuras, las conversaciones se cofunden, y hay demasiada gente como para llegar a sentirte alguien. Pero a veces en esas ciudades ocurren cosas en los rincones, momentos especiales, que se quedan en la memoria. Recordaba el tacto de su espalda a la perfección, la curva de su espina dorsal la llevaba guardada en la yema de los dedos, su risa y sus palabras,  como a veces le pegaba un ligero puñetazo en el hombro con fingida ofensa, y por supuesto su cara al estar entre miles de obras de arte.
Una noche de viernes fue lo que metió en su maleta, junto a uno de los regalos de cumpleaños más útiles que le hayan  hecho nunca, y un “mierda, me toca echar de menos otra vez”.

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