En las grandes ciudades no brillan las estrellas, las noches
son oscuras, las conversaciones se cofunden, y hay demasiada gente como para
llegar a sentirte alguien. Pero a veces en esas ciudades ocurren cosas en los
rincones, momentos especiales, que se quedan en la memoria. Recordaba el tacto
de su espalda a la perfección, la curva de su espina dorsal la llevaba guardada
en la yema de los dedos, su risa y sus palabras, como a veces le pegaba un ligero puñetazo en
el hombro con fingida ofensa, y por supuesto su cara al estar entre miles de
obras de arte.
Una noche de viernes fue lo que metió en su maleta, junto a
uno de los regalos de cumpleaños más útiles que le hayan hecho nunca, y un “mierda, me toca echar de
menos otra vez”.
Sí que brillaban las estrellas :)
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