miércoles, 6 de julio de 2011

Incoherencias nocturnas

Muchas veces ni siquiera conseguía decir quién era, poder hacer una descripción con exactitud de su ser, su aspecto físico no era necesario describirlo, basta con una imagen para mostrar su cara, su pelo o su cuerpo, lo realmente difícil es describir el interior, abrir tu alma a alguien desconocido. Y ¿cuál es la información relevante? ¿Importa quizá tu color favorito? ¿Dirá algo de tu personalidad el hecho de que te guste más un tipo de música que otro? Como te ves tú y como te interpretan los demás puede ser algo muy diferente. De esto podría decir que su color favorito era el turquesa, debido a su indecisión entre escoger el verde o el azul, el verde de la tierra, de la naturaleza, el azul del mar, que le recordaba tanto a su entorno, muchas veces se preguntó qué haría ella sin el mar, sin poder zambullirse entre las olas, sin que sus pies rozasen la arena del fondo, ella era mar, algo salada, algo brava y a la vez serena.

Tocaba el piano a trompicones, y odiaba que otra persona que no fuese su madre la escuchase tocar. Pero muchas veces el piano le proporcionaba tranquilidad, el roce de los dedos con las teclas frías. Tocaba la “Para Elisa”, si, algo muy típico, pero ella intentaba volcarle el alma cuando la tocaba, imaginándose como Beethoven componía esa melodía para la falsa Elisa, ya que realmente el nombre de su amada era Teresa.

De pequeña le encantaba dar vueltas con su vestidos, que la falda formase una campana con el giro, giraba y giraba tanto que se caía del mareo, y reía ilusionada. Se sentía de la realeza con aquellos cursis vestiditos. Quizá le gustaba girar para poder notar el viento, sentir como si volase. Poco después, ya mayor, desechó todos aquellos trajes de color pastel, y los cambió por vaqueros ajustados a su trasero, pero ahora… ahora echaba de menos el vuelo de su falda.

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