Nunca olvidará esa noche, algo fría, donde lo tuvo por primera vez a la luz de la luna. Los primeros besos encendieron la llama, o quizá reavivaron más el fuego que ardía entre los dos. Solo existían ellos, solo escuchaban sus latidos y sus respiraciones. Se querían, se tenían ganas. Se besaban como si cada uno de esos besos fuese el último. Y en su memoria siempre estará el olor a hierba húmeda, su mirada de deseo, el roce del viento en su piel… Todo, todo él, lo guardaba en la yema de sus dedos.
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